Libro de monstruos de varios tipos

El Liber monstrorum de diversis generibus es un catálogo de criaturas fantásticas, un bestiario escrito en latín a finales del siglo VII o principios del VIII y conservado en varias copias de los siglos IX y X. Tal vez no merecería ni una nota a pie en el gran libro de la literatura universal, si no fuera por su evidente relación con el poema Beowulf, lo que ha hecho que los estudiosos se fijen en él repetidas veces.

De uno de ellos, Andy Orchard, procede la versión más conocida en inglés moderno. Puede encontrarse en el libro Pride and Prodigies: Studies in the Monsters of the Beowulf manuscript, donde el autor realiza un análisis de las diversas criaturas que aparecen en el llamado Códice Novell, particularmente en las obras del segundo vitelo. A tenor de que el autor del Liber monstrorum demuestra haber tenido en cuenta dichas obras para realizar su catálogo, Orchard lleva a cabo un extenso estudio de este bestiario en su capítulo IV.

Además de las obras del segundo vitelo del Códice Novell, Maravillas de Oriente y Carta de Alejandro a Aristóteles (o al menos sus versiones latinas), entre las fuentes manejadas por el autor del Liber monstrorum se encuentran la Eneida y las Geórgicas de Virgilio, las Etimologías de San Isidoro, la Ciudad de Dios de San Agustín o la Historia natural de Plinio. En menor medida, también aparecen la Historia Alexandri de Quinto Rufo, la Historia adversum paganos de Orosio, o el hoy perdido poema Orpheus de Lucano. El autor logra realizar un sutil trabajo de adaptación para reducir todos estos dispares textos a un compendio equilibrado.

La obra nombra a unas 120 monstruosidades, repartiéndolas es tres libros: hombres monstruosos, bestias y serpientes. Estas partes están precedidas por un prólogo donde el autor expone su intención de listar los monstruos que, terroríficos para la humanidad, se ocultan en diversos lugares del mundo (desiertos, islas, o los huecos de las montañas). Probar si estas maravillas son realidad o sólo leyenda se presenta para él una tarea «como el oscuro mar», pero asume que la mayoría de rumores son falsos. A cada uno de estos monstruos o tipos de criaturas les dedica un pequeño párrafo, con un orden bastante caótico. Junto a algunas criaturas míticas bastante conocidas, como los centauros o las sirenas marinas, aparecen otros que en el ambiente del autor debían tener la misma consideración fantasiosa o cuanto menos llamativa, como los etíopes o el elefante.

Beda el Venerable

Beda fue un monje benedictino que dio comienzo para los anglosajones al noble arte de registrar los hechos históricos de su época. Fue tal su afán, que lo poco que conocemos de su vida lo registró él mismo.

Nació en el año 672 o el 673, y con siete años ingresó en el monasterio de Wearmouth. Luego pasó al de Jarrow, donde, con tan sólo trece o catorce años (686), sobrevivió a una terrible plaga que sólo dejó dos vivos: Beda y el abad de la comunidad. Pasó el resto de su vida en el monasterio. A los 19 fue nombrado diácono, y sacerdote a los 30.

Su obra fue escrita casi en su totalidad en un latín claro y sin artificios. Escribió multitud de homilías y comentarios a pasajes de la Biblia, e incluso algunas traducciones al anglosajón que no han pasado la prueba de los siglos, así como las vidas de Cuthbert de Lindisfarne y los abades de Wearmouth y Jarrow. Fuera de la religión, compuso algunos tratadillos de gramática para sus alumnos, un trabajo sobre fenómenos naturales titulado De rerum natura y dos cronologías, De temporibus y De temporum ratione. Pero su obra principal es sin duda alguna Historia ecclesiastica gentis Anglorum (es decir, Historia eclesiástica del pueblo Anglo), donde compila la historia de Inglaterra desde los tiempos de César hasta su propia época. Fue terminada en el 731, momento en el que incluyó un pequeño anexo sobre su vida. En la obra, Beda se muestra preocupado por la fidelidad histórica de sus fuentes, y nunca deja de mirar críticamente los testimonios orales.

Uno de sus alumnos, llamado Cuthbert, escribió una carta con ocasión de la muerte de Beda, ocurrida en 735, donde pone en boca de su maestro unos versos en anglosajón. Aunque no dice que él los compusiera, parece lógico pensar que así fue. Pueden encontrar una traducción al castellano en la obra de Armando Roa Vial, Beowulf y otras lecturas anglosajonas; El cantar del hierro. Pero una vez más nos parece que se toma demasiadas licencias para presentar el texto (de hecho, lo deja en cuatro versos), y hemos decidido presentar una traducción que intenta recrear la aliteración del original.

Frente a la fatal jornada | nadie será
más prudente | que lo predicho para él
si considera | antes de su partida
que para su espíritu | lo perverso o lo bondadoso
tras el momento de su muerte | se determina

Fore ðæm nedfere | nænig wiorðe
ðonc snottora | ðon him ðearf siæ
to ymbhycgenne | ær his hinionge
hwæt his gastæ | godes oððe yfles
æfter deað dæge | doemed wiorðe

Himno de Caedmon

Caedmon es el más antiguo poeta anglosajón cuyo nombre ha llegado a nosotros, aunque conocemos poco más sobre su vida, y de sus obras sólo se nos ha conservado una.

Procedía de Northumbria, y parece que fue ordenado monje a edad avanzada, mudándose al monasterio mixto de Streonæshalh en algún momento del abadengo de Hilda (657-681). La Historia ecclesiastica gentis Anglorum, obra de Beda, sugiere que murió aproximadamente al mismo tiempo que ardía el monasterio de Coldingham. Pero este hecho no está bien fijado en el tiempo, ya que la Crónica anglosajona lo sitúa en el año 679, y Beda lo hace después del 681. Como quiera que la siguiente entrada de la Historia ecclesiastica es del 684, podemos decir que el período de actividad de Caedmon empezaría entre 657-680 y acabaría en algún punto de 679-684.

La única otra información que nos llega de él procede de una anécdota de Beda el Venerable: mientras los monjes llevaban a cabo una celebración con cantos, Caedmon se apartó de ellos pues no sabía cantar. Luego, durante el sueño, alguien se le acercó y le encargó que cantase sobre el principio de lo creado. Caedmon logró componer un poema aliterado, que a la mañana siguiente transcribió. Es, por tanto, una explicación sagrada sobre la inspiración del poeta, y sin apenas importancia histórica.

Otro detalle nos indica Beda: que Caedmon compuso muchos poemas en lengua vulgar sobre una variedad de temas cristianos. Sin embargo, sólo quedan los versos iniciales de una obra, y gracias a la cantidad de copias de la Historia ecclesiastica. Así, el Himno de Caedmon aparece en veintiún manuscritos diferentes, y en dos dialectos (el sajón occidental y el de Northumbria). Además de su valor testimonial, la importancia de este poema radica en el uso de estructuras anteriormente relacionadas con la veneración de nobles y reyes para referirse a la divinidad. Así, la expresión ricaes uard (guardian del reino) se traspasa a hefaenricaes uard (guardián del reino de los cielos).


En castellano tenemos una traducción por Luis y Jesús Lerate, en el libro Beowulf y otros poemas antiguos germánicos (ss. VII-VIII), además de otra de Armando Roa Vial, en Beowulf y otras lecturas anglosajonas; El cantar del hierro. Pero nos parece que este último se toma demasiadas licencias para presentar un texto estéticamente adecuado a nuestro tiempo, mientras que los hermanos Lerate, buscando la claridad, tienden a parafrasear algunos términos y a desordenar en exceso los hemistiquios. Pueden encontrar una traducción al latín realizada por Beda y una traducción al inglés moderno en este artículo. Por nuestra parte, nos hemos servido de todas estas versiones para ofrecer un intento de traducción, donde hemos intentado recrear la aliteración del original. Recordemos que el verso anglosajón no se basa en la rima o en el número de sílabas, sino en la repetición de sonidos (aliteración) al comienzo de las sílabas tónicas (que se reparten de dos en dos en los hemistiquios): la tercera sílaba tónica tendrá el mismo sonido que la primera o la segunda, usualmente ambas. Les dejo con nuestra pobre intentona, seguida de una de las versiones en el anglosajón original:

ahora debemos adular | al adalid del reino celestial
el poder del productor | y su propósito
las obras del creador glorioso | pues a cada maravilla
el señor eterno | le infundió su origen.
Primero creó | para los hijos de la tierra*
el firmamento como techumbre | solemne creador;
luego la tierra-media | amparo de la humanidad;
el señor eterno | después creó
la especie humana** | padre todopoderoso

nu scylun hergan | hefaenricaes uard
metudæs maecti | end his modgidanc
uerc uuldurfadur | swe he uundra gihwaes
eci dryctin | or astelidæ
he aerist scop | aelda barnum
heben til hrofe | haleg scepen
tha middungeard | moncynnæs uard
eci dryctin | æfter tiadæ
firum foldu | frea allmectig

*En algunas versiones: para los hijos de los hombres.
**Esto se traduce según la versión como la tierra para los hombres o bien para los hombres de la tierra. Parece más lógica esta última, pero eliminando la finalidad: los hombres de la tierra.

Literatura anglosajona temprana

La Inglaterra germánica (es decir, la formada por los diferentes reinos creados por anglos, sajones, jutos, pictos y otros pueblos germánicos, desde la caída del Imperio Romano y hasta la conquista normanda del año 1066) será la cuna de los primeros escritos en lengua vernácula. Este simple hecho testimonial dota a la literatura en inglés antiguo de una importancia capital.

El período no está exento de problemas sociales, y a las luchas intestinas entre sus regiones por la preponderancia política se sumaron los motivos religiosos. La progresiva cristianización de esta literatura (iniciada ya en el siglo VI) no eliminó los códigos germánicos de su aristocrática organización social. Al mismo tiempo, los monasterios de Northumbria se convertían en centros de filosofía, retórica y poética y, gracias a figuras como Beda y Alcuino, estas obras llegarán a influir en el desarrollo del esplendor carolingio.

Las obras de esta literatura están algo más alejadas del mundo mágico o mítico si las comparamos con otras poesías de cuño germánico (como los Eddas o El cantar de los Nibelungos). Lo más parecido a una cosmogonía es el relato de los hechos de padres o abuelos de los personajes, como sucede en las sagas, y los personajes no son dioses o héroes semidivinos, sino simples humanos, con sus grandezas y flaquezas. Gracias a esta dimensión humana, una cierta melancolía se apropia en ocasiones de los poemas, particularmente en aquellos momentos en que aparece la dolorosa conciencia sobre la vanidad de la vida o irrumpen la muerte o un destino funesto. Ni siquiera la esperanza en un más allá puede mitigar esta añoranza vital, y lo trágico adquiere tintes épicos al desahogarse, en cierto modo, en el molde de las virtudes caballerescas, el respeto al clan y al señor, la honra de la guerra y la belleza de la valentía.

La entrada del cristianismo no hizo sino reforzar la faceta más religiosa (o espiritual) de la cultura anglosajona, y sirvió de piedra angular para el sincretismo de los códigos éticos germánicos. La figura de Cristo pasará a contemplarse de alguna manera como la de un guerrero terrenal que lucha por el mandato de Dios, un símbolo más alejado de la dimensión humana.

En cuanto al idioma en que aparecen estas obras, el anglosajón o inglés antiguo está formado por diversos dialectos derivados de aquellas lenguas de las regiones germánicas del norte de Europa. Con sus raíces partiendo del tronco indoeuropeo, el anglosajón disponía de un sistema de declinación que no ha alcanzado al inglés moderno, y estructuras gramaticales, sintácticas y ortográficas propias.

Sobre el verso, es importante notar que, a diferencia de la poesía moderna, los poemas germánicos de la época no basaban su construcción en la rima o en el número de sílabas (como la poesía moderna), ni en la cantidad silábica (como el hexámetro clásico), sino en la aliteración: el verso germánico utiliza cuatro sílabas tónicas (dos en cada hemistiquio) con la característica de que el primer sonido de la tercera debe aliterar con el de la primera o la segunda (y preferiblemente con las dos). Como ejemplo, pongamos los versos 4-5 del Beowulf. Sirva también este escaso texto para comprobar la gran diferencia entre esta lengua y la de Chaucer; no digamos ya con la de Shakespeare.
Oft Scyld Scefing sceathena threatum,
monegum maegthum, meodosetla ofteah, 
{Oft Scyld the Scefing from squadroned foes,
from many a tribe, the mead-bench tore,
(A menudo Skild, el hijo de Skef, a las escuadras enemigas,
de muchas tribus, los bancos tomaba,)
Las obras también utilizan otros elementos típicos de la épica, como el epíteto, y otros propios de la poesía anglosajona, como los kenningar. Éste es un recurso metafórico que podríamos describir como un epíteto perifrástico que aparece sin su referente: si leemos «el mar, cuenco de olas» estamos ante un epíteto, pero en «discordia de espadas» (para hacer referencia a la guerra) nos encontramos con un kenning.

Otro rasgo de la poesía anglosajona es la figura del scop (traducido al castellano como escopo o escope, según las fuentes). En cierta forma parecido al skald (escaldo), el scop es un aedo o bardo, un depositorio e intérprete de historias que, convenientemente versificadas para su memorización, son transmitidas a la siguiente generación gracias a su trabajo. El rasgo peculiar del scop es su aparición dentro de la propia literatura como consejeros además de cronistas.

Entre las obras que nos han llegado escritas en anglosajón se cuentan sermones y vidas de santos (muy numerosas), traducciones de la Biblia y de obras de los llamados Padres de la Iglesia, crónicas y obras de historia narrativas, obras jurídicas y testamentos, obras prácticas sobre gramática, geografía o medicina, y, lo más importante para nosotros, poemas. Con algunas excepciones, sus autores quedaron anónimos. A continuación aparece una lista con las obras originales más importantes, ordenadas cronológicamente de forma aproximada (en la mayor parte de los casos es muy difícil dar una fecha dentro de un período extenso).
  • Himno de Caedmon, la única obra conservada del primer poeta anglosajón de nombre recordado. Caedmon murió en el año 680.
  • Obras de Beda el Venerable, un monje benedictino que vivió entre 672 y 735.
  • Un pequeño fragmento de La batalla de Finnsburg.
  • Manuscrito Cotton o Códice Nowell, una antología de obras diversas, formado al unirse dos códices diferentes. En el primero aparece la traducción por Alfredo el Grande de los Soliloquios de San Agustín, la traducción del Evangelio de Nicodemo, la obra Salomón y Saturno en prosa y un fragmento de la vida de San Quintín. En el segundo vitelo aparece la vida de San Cristóbal, la fantasiosa descripción Maravillas de Oriente, una traducción de la Carta de Alejandro a Aristóteles, y, sobre todo, Beowulf, el famoso poema épico. Este último, escrito entre los siglos VIII y XI (probablemente, entre 750 y 900).
  • Las obras del Libro de Vercelli, antología que combina prosa (una vida de San Guthlac y veintitrés homilías) y verso (seis poemas, incluyendo dos de Cynewulf). Data del siglo X.
  • Los poemas del Libro de Exeter, una antología donada a la catedral de dicha población en el siglo XI. Contiene obras diversas, incluyendo 95 adivinanzas y algunos poemas elegíacos (incluyendo dos de Cynewulf, como en el caso anterior).
  • El Manuscrito Junius, que contiene una pequeña colección de poemas ilustrados con paráfrasis o versiones del Génesis, el Éxodo y el Libro de Daniel, además de un poema de 729 versos sobre Cristo y Satán.
  • La batalla de Maldon, fragmento de 325 de un poema que narra la batalla del mismo nombre, ocurrida en el año 991. La versión que nos ha llegado debe de ser algo posterior, de finales del siglo XI.
  • Crónica anglosajona, los anales iniciados, probablemente, durante el reino de Alfredo el Grande. El más antiguo parece haberse iniciado en el año 891/2, mientras que en un caso se mantuvieron las actualizaciones hasta el 1154.
  • Durham, breve poema en honor de esta ciudad de Northumbria. Su fecha de composición se situaría poco más tarde del 1100.