Libro de Vercelli

Llamado así por haberse encontrado en la Biblioteca Capitular de Vercelli, en Piamonte (norte de Italia), el Libro de Vercelli es un antiguo códice escrito en anglosajón antiguo. Su presencia en Vercelli se debe a la existencia de un hospicio para peregrinos ingleses, fundado hacia 1227 por el obispo Guala Bicchieri, quien fuera legado papal en Inglaterra.

El manuscrito se escribió y compiló en el siglo X, pero algunas obras (particularmente, los poemas de Cynewulf) pueden ser muy anteriores, y forman buena muestra de la literatura anglosajona temprana.

Contiene 23 homilías, un breve sermón sobre la vida de San Guthlac (basado en la Vita Santi Guthlaci de Félix -siglo VIII-), cinco poemas y un fragmento de un poema con rasgos de homilía. Esta selección podría haber sido organizada como inspiración personal, basada en su contenido sobre la penitencia y el trasmundo, y no parece haber un diseño ulterior en mente. El escriba realizó una copia bastante mecánica, pues mantuvo el dialecto de los textos originales, e incluso siguió los signos de puntuación. Esto nos sirve para saber que los textos proceden de fuentes diversas.

  • De las homilías, ninguna puede ser fechada, ni se les puede asignar un autor. Muchas parecen traducciones de textos latinos, aunque las escasas citas en latín dejan entrever que quien copiara el Libro de Vercelli no era muy ducho en esa lengua. En general, se presentan en el dialecto sajón occidental. Muchas de las homilías son sermones sobre temas variados, preparadas para ser pronunciadas a lo largo del calendario litúrgico. Otras dos (I y VI) son principalmente piezas narrativas que carecen de la estructura propia de las homilías. La homilía I trata la Pasión, tal y como aparece en los Evangelios y sin comentario alguno. Las homilías II-IV, VII, IX, X, XIV, XV y XXII tratan temas como el Fin del Mundo y el arrepentimiento ante el Juicio. Las homilías V y VI explican la Natividad, la XVI describe la Epifanía, y la XVII la Fiesta de la Candelaria. Las homilías XI-XIII y XIX-XXI forman sendas tríadas pensadas para los días previos a la fiesta de la Ascensión. La XVIII y la XXIII describen vidas de santos: San Martín y San Guthlac, respectivamente. La número XXII explora el destino del alma tras la muerte, pero parece más un escrito contemplativo que una homilía típica.
  • El poema Andreas cuenta la historia del apóstol Andrés, tomado como héroe literario. Parece que el texto, que cuenta con 1722 versos, está basado en una fuente latina derivada de Los hechos de Andrés y Mateo entre los antropófagos, obra griega del siglo IV. El desconocido autor del poema añadió los aspectos del héroe germánico a su protagonista, e incluso se ha hablado de cierta influencia del poema Beowulf. El primer medio millar de versos relata el viaje por mar de San Andrés, o Andreas, durante el cual confía en Dios para que encalme las aguas tormentosas. Con la ayuda de Jesús, que hasta el momento se ha hecho pasar por miembro de la tripulación, logra rescatar a San Mateo de los mermedonios, una raza de caníbales. Pero es atrapado y torturado, lo cual hace que el castigo de Dios caiga sobre Mermedonia. Sus habitantes se arrepienten y se convierten, y San Andrés puede marchar, no sin antes establecer un obispo para liderar a la comunidad.
  • Los poemas Destinos de los Apóstoles y Elena ya se han tratado al hablar sobre su autor, Cynewulf.
  • El poema Alma y cuerpo implora al cuerpo vivir de acuerdo al destino del alma, y no seguir los deseos de la carne. Existen dos versiones, que varían en estructura y longitud. La que aparece en el Libro de Exeter, con 126 versos, termina tras la alocución del Alma Maldita. La del Libro de Vercelli incluye 40 versos adicionales, que contienen un discurso paralelo, el del Alma Bendecida (en general se piensa que es un añadido posterior de otro poeta). Sin embargo, le faltan varias páginas que dejan el poema inconcluso.
  • El sueño de la Cruz está escrito en verso aliterado. Puede ser tan antiguo como la Cruz de Ruthwell (siglo VIII), ya que allí aparecen algunos versos, aunque hay evidentes diferencias. Su autor es desconocido, y no en pocas ocasiones se ha tratado de asignar a Caedmon o Cynewulf. Respecto a este último, es cierto que algunas características temáticas permiten relacionarlo con el poema Elena (la Cruz que sufre, un autor envejecido y más allá de los goces de la juventud), pero esto podría deberse a una influencia de dicha obra. Aparecen diversos elementos de influencia anglosajona, como un Cristo con una imagen similar a la de un señor de épocas heroicas o un árbol parlante que en cierto modo podría ser considerado una concesión a una cultura animista que debía ser cristianizada. El poema puede dividirse en tres secciones: en los versos 1-27, el narrador da inicio a su visión de una Cruz cuajada de gemas, en la que descubre manchas de sangre; en los versos 28-121, es la propia Cruz la que cuenta la Crucifixión desde su propio punto de vista (comenzando desde el momento en que es tallada a partir de un árbol y descubre que no soportará el peso de un criminal, pasando a ser uno con Cristo y siendo resucitada con él, y adornada con oro y plata); por último, en los versos 122-156, el autor reflexiona sobre su visión, da gracias a Dios y espera poder reunirse de nuevo con la Cruz.

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